The Transparency of Evil
Jean Baudrillard
In times when nothing seems to have been created to last and it is the ephemeral reason of things that prevails, our transfiguration toward a disposable world is recognized as a congenital illness.
We live mesmerized by an entertainment society that in a systematic, insensitive manner creates, exhausts, and discards. Under the inflexible, dominant pressure of a culture of immediacy, it subjects its own product to terminal corrosion.
Beyond the rigidity of the conceptual apparatus and ideological assumptions, the civilization of entertainment is cruel. It has no memory. It lives stuck to novelty, no matter which, as long as it moves on.
This vertiginous production rate leads nowhere but to an accelerated obsolescence of its mechanisms. Thus, film settings─apparently enormous and grandiose─suffer the depraved parody of their own fleetingness. Settings condemned by their own staging.
A mere instrument for fantasy, when a setting becomes repetitive in the collective imaginary, the same industry that created it sentences it to destruction. If not physically, by discrediting it with neglect.
It is these containing spaces with no content that frame this series. Photographs that capture these spaces now condemend to become even more contrived theme parks, by-products of a tourism industry that long ago became disfigured into another entertainment society’s tentacle.
Thus, hords of visitors searching to devirtualize something that was previously constructed in their pictorial imaginary will dictate the epilogue for spaces recorded herein.
La transparencia del mal
Jean Baudrillard
En tiempos donde nada parece haber sido creado para durar sino que impera la razón efímera de las cosas, nuestra transfiguración hacia un mundo desechable se reconoce como un mal congénito.
Vivimos hipnotizados por una sociedad del espectáculo que, de un modo sistemático e insensible: crea, agota y desecha. Bajo la inflexible presión dominante de la cultura de la inmediatez, somete su propio producto a una corrosión terminal.
Más allá de la rigidez del aparato conceptual y de los presupuestos ideológicos, la civilización del espectáculo es cruel. No tiene memoria. Vive aferrada a la novedad, no importa cuál sea con tal de que se mueva.
Esa velocidad vertiginosa de producción no lleva a otra cosa que a una obsolescencia acelerada de sus mecanismos. Así, los escenarios cinematográficos, sufren la depravada parodia de su propia fugacidad. Escenarios condenados por su propia escenificación.
Mero instrumento para la fantasía, cuando un escenario pasa a ser repetitivo en el imaginario colectivo, la misma industria que lo creó sentencia su destrucción. Si no físicamente, desprestigiándolo con el abandono.
Son estos espacios contenedores sin contenido los que enmarca esta serie. Fotografías que captan estos espacios ahora condenados a transformarse en parques temáticos aún más artificales, subproductos de una indústria turística que hace mucho tiempo se ha desfigurado en otro tentáculo de la sociedad del espectáculo.
Así, hordas de visitantes en busca de la desvirtualización de algo anteriormente construido en su imaginario pictórico, dictarán el epílogo de los espacios aquí registrados.